viernes, 12 de abril de 2013

Complejidades del ser

Debo reconocerlo. Nunca me he interesado por conocerme a mí mismo, ni explorar y desentrañar ese aspecto abstracto que define mi existencia. Siempre que lo intento me encuentro con un sinfín de inefables e inacabables pensamientos que al final me indican, que la esencia de lo que soy, radica en lo que soy, lo que soy y no creo que soy, lo que no soy y creo que soy.

¿Pero quién soy? No. Aún no lo comprendo.


Tal vez esa persona multidimensional que posee valores previamente instaurados por un sistema social, que entraña desde su matriz histórico-cultural unos parámetros que inexorablemente me han sido designados desde mucho antes de nacer. Parámetros que he de cargar a donde quiera que vaya como si estuvieran atados en alguna parte de mi cuerpo. Parámetros que por más que trate no logro despojar de mí. Parámetros que mecanizan mi existencia y me hacen sumiso de un mundo que se equipara al de matrix y me convierte en un simple producto predecible, donde hago lo que debo hacer, pienso solo lo que debo pensar. Ese mundo en el que todos parecen conformes, del que muchos reniegan y maldicen. Pero del que nadie quiere salir.

En ocasiones trato de hacerlo. Salir de ese mundo prediseñado y figurar desde un mar de pictóricas y fantásticas utopías, un nuevo mundo. Un mundo de mi mundo donde puedo encontrar esa paz y conformidad que difícilmente puede encontrarse en la realidad cruda y espesa, donde la base principal de sobrevivencia es la competencia desmesurada.

A veces, gran parte del día lo paso taciturno, un poco meditabundo quizás. Rodeado del bullicio natural de la ciudad que no logra perturbarme en lo absoluto. Son días en los que las palabras son borradas de forma inexplicable de mi mente. Son momentos en los que el carácter social deja de ser parte de mi naturaleza humana, en los que no conozco a nadie y nadie me conoce, en los que por más que trate de entablar una conversación, no hay tema, ni motivo, ni palabras que me lo permitan. Son instantes de aislamiento, podría decirse. O instantes de reencuentro prefiero llamarlo, pues es en estos momentos que interactúo conmigo mismo. Es entonces cuando descubro que soy todo y a la vez nada.

Otros días, soy el amigo de todos. Los conozco a todos y todos me conocen. No paro de hablar y por más que trato no lo logro. Son días de sociabilidad, de integración y de compartimiento, que me permiten conocer en cierta medida a quien se encuentra en enfrente de mí.

Por lo general suelo verme como una persona fría, que no le da importancia a las emociones. Que no cree en ellas. No le temo a la soledad, incluso en ocasiones suelo disfrutarla. Pero hay momentos en los que me rodea un sentimiento emocional que desvirtúa esa frialdad por la que aparento definirme. Hoy me enamoro de una muchacha, mañana de otra, después de ninguna y al final me conformo con apreciar la belleza natural de la mujer.

No tengo ideología política, ni me identifico con algún tipo de partido. Solo pienso, sin atadura política que me condicione el pensamiento.

Otras veces me fundamento en la ataraxia. Vivo de forma tranquila, dejando simplemente que el mundo siga su transcurso natural y aceptándolo tal y como es.


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